Es una revolución envuelta en lentejuelas. Una forma de expresión artística que no entiende de tallas, edades ni vergüenzas. Un viaje hacia el amor propio que comienza sobre un escenario… pero que se siente en cada rincón de tu vida.
Hoy quiero contarte qué es realmente el Burlesque, de dónde viene, en qué se ha transformado en la actualidad (spoiler: es mucho más que un baile sensual), y sobre todo, por qué tú también puedes hacerlo. Aunque nunca hayas bailado, aunque pienses que no eres “ese tipo de mujer”. Justamente por eso.
El Burlesque es un espectáculo que mezcla teatro, danza, humor, sensualidad y picardía. Pero más allá del brillo y la estética, el Burlesque es una herramienta de empoderamiento personal. Es una forma de reconectar con tu cuerpo, de jugar con tu imagen, y de recuperar el derecho a sentirte libre, poderosa y sexy… a tu manera.
Se trata de mostrarse tal como una es, de reírse de los estereotipos, de contar tu propia historia con música, mirada y movimiento. Es performance, es sátira, es poesía corporal. Es una invitación a convertir tus inseguridades en fuerza escénica.
El Burlesque nació en Europa en el siglo XIX como una forma de teatro que parodiaba la cultura dominante y los dramas clásicos. De ahí su nombre: “burlesco”, como sinónimo de burla y sátira.
Sin embargo, fue en Estados Unidos, entre los años 20 y 50, donde adquirió su estilo más reconocible. Allí, el Burlesque evolucionó hacia una mezcla audaz de comedia, striptease y glamour. Mujeres como Gypsy Rose Lee, una de las figuras más emblemáticas del género, transformaron el acto de quitarse la ropa en una sofisticada narrativa escénica cargada de ironía e inteligencia.
Otras grandes estrellas como Lili St. Cyr, conocida por sus elaboradas puestas en escena en Las Vegas, y Tempest Storm, célebre por su carisma y su vínculo con Elvis Presley, dieron al género una sensualidad poderosa que desafiaba las normas morales de la época.
También destaca Sally Rand, famosa por su “danza del abanico”, en la que usaba enormes plumas de avestruz para sugerir más de lo que mostraba, desafiando la censura con creatividad. Y no podemos olvidar a Zorita, que añadía animales exóticos a sus rutinas, o a Jennie Lee, fundadora de una asociación que luchó por preservar la historia del Burlesque.
Con la llegada del cine y la televisión, el Burlesque fue desplazado de los escenarios, pero nunca desapareció. Permaneció como una llama latente, esperando su momento para volver a brillar.
A partir de los años 90, el Burlesque resurgió con una nueva energía, dando paso al Neo-Burlesque. Este renacimiento no solo recupera la estética vintage, sino que la mezcla con discursos actuales sobre feminismo, diversidad, libertad de expresión y amor propio.
Figuras como Dita Von Teese, considerada la reina del Burlesque contemporáneo, revitalizaron el género desde el glamour clásico, pero con una mirada más inclusiva y moderna. A su lado, artistas como Dirty Martini, que rompe con los estándares corporales tradicionales; Perle Noire, que incorpora su herencia afroamericana a sus actuaciones; o Kitten N’ Lou, una pareja queer de gran reconocimiento en la escena, han convertido el Burlesque en una plataforma de representación y libertad.
Hoy en día, el Neo-Burlesque acoge todos los cuerpos, todas las edades, todas las identidades. No importa si mides 1,80 o 1,50, si tienes 20 o 60 años, si eres flexible o nunca has bailado en tu vida. El Burlesque actual celebra la autenticidad, no la perfección.
Y lo mejor de todo: no necesitas subirte a un escenario para disfrutar del Burlesque. Muchas personas lo practican en talleres, clases o en casa, como una forma de juego, liberación, autoconocimiento o incluso terapia corporal.
En un mundo que constantemente nos dice cómo deberíamos vernos, el Burlesque responde: “mírame como yo decido mostrarme”. Porque desnudarte, a veces, no es solo quitarte la ropa, sino soltar el juicio, la culpa, la vergüenza. Es abrazar cada curva, cada cicatriz, cada parte de ti que te hace única.
Burlesque no es para “cierto tipo de mujer”. Burlesque es para ti. Justamente porque pensaste que no lo era.